…cuando necesitaba
construir un mueble especial?
…cuando
necesitaba ayuda con construir unos acertijos?
…cuando
necesitaba que alguien supervisara la construcción de una casa?
…cuando necesitaba
que alguien nos cuidara la casa cuando estábamos de viaje?
…cuando
necesitaba que alguien les enseñara a los grupos de trabajo cómo hacer cemento?
La respuesta es la
misma para todas las preguntas: Yo llamaría a Don Carlos Romero.
La tia de
Alfredo, MariaElena, me lo presentó en noviembre 1998, justo después de
mudarnos de Costa Rica a Tegucigalpa, Honduras. Él ha estado trabajando con
nosotros desde aquel entonces. Cada vez que recibimos un equipo de trabajo, Don
Carlos participaría con nosotros, muchas veces viajando una semana al sitio de campamento
para avanzar en el proyecto, y luego una vez que llegamos él supervisaría los
obreros y les enseñaría a los norteamericanos a hacer cemento (así como se ven
en las fotos).
El último equipo
donde nos acompañó fue en julio a El Salvador cuando construimos unos acertijos
en el Campamento Rehobot. La especialidad de Don Carlos era construir murallas.
Él tenia 88 años y era bastante ágil para su edad.
Hay tantos
proyectos que le reclutábamos a hacer, desde pistolas de madera para Victor,
una tarima donde los niños pueden esconderse para leer, un escritorio para
Valerie, otro para Alfredo, varios closets, estantes para mi oficina, aun nos construyó
un kiosco de un pino que se cayó en nuestro patio.
Don Carlos fue un
hombre muy humilde, de Nicaragua, quien vivió en Honduras ya por muchos años, y
sirviendo con nosotros los últimos 18 años. Tenía un corazón de siervo, y tanto
nuestra familia, todos los que nos visitaba y todos los grupos de trabajo le
tenían gran afecto.
Muchas veces me
recordaba de mi padre, los dos eran muy hábiles, y podían reparar cualquier
cosa. Cuando murió mi padre, me llevé de regreso a Honduras varias de sus
herramientas y se los regalé a Don Carlos para su taller de carpintería.
Lo vamos a
extrañar.
Tenemos muchas
memorias muy especiales de él. Durante uno de nuestros largos viajes que
hicimos a Manantial de Vida, en las afueras de San Pedro Sula, me contó la
historia de su vida, y le presenté el evangelio, y me aseguraba que él hablaba frecuentemente
con el Señor y que creía que Jesús era su Salvador. Anticipamos verlo en el cielo.